Mensaje de Navidad Monseñor Sergio O. Buenanueva

  • Mensaje de Navidad 2017

RELIGIÓN. “Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado”
“Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que te voy a indicar. Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno.”

Estas fueron las indicaciones de Francisco de Asís para la Nochebuena de 1223. Esa noche, los hermanos y mucha gente, con velas en las manos, se acercaron a la cueva preparada para el primer “pesebre viviente” de la historia. Podemos adivinar la emoción de todos, especialmente de los niños. Lo vemos aún hoy en nuestras representaciones navideñas.

Nada igualó, sin embargo, lo que sentía Francisco. En la Misa, y por ser diácono, proclamó el evangelio y predicó. Tomás de Celano, su biógrafo, nos cuenta que su homilía fue tan viva que, cada vez que decía: “Belén”, hacía sonar la “e” final como el balido de una oveja. Predicó con el corazón y con toda su alma. Del pesebre se pasó al altar, porque Dios se hizo niño para confundir a los soberbios, y se hace pan para alimentar a los hambrientos.

Francisco quería estar con Jesús, María y José en la cueva de Belén. Como estuvieron los pastores, los reyes o los ángeles. O, al menos, como el buey, el asno o las ovejas. Quería ser parte de esa historia. Sentir en la propia carne la humanidad de Dios. Un año después, recibiría en su cuerpo las señales del Crucificado, culminando así su camino de identificación con Jesús.

En esta Navidad quisiera invitarte a sentir lo mismo que Francisco. ¿Es esto posible? Sentidos, sentimientos y emociones son una parte preciosa de nuestra persona. Son delicadísimos. Siempre hay que tener cuidado de no manipularlos. Hoy vivimos en una cultura que exacerba los estímulos sensoriales, dejándonos vacíos, tristes y agresivos.

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Pero, como decían los antiguos: “el abuso no quita el uso”. Necesitamos recrear una sensibilidad humana genuina, profunda y muy rica. Y eso nos ofrece el Evangelio: cura, salva y enaltece nuestros sentidos, sentimientos y emociones. Y lo hace poniéndonos en contacto con Jesús.

En el corazón de nuestra fe está esta afirmación maravillosa y desconcertante: el Dios invisible, oculto e inefable, se ha hecho visible en Jesús. Cuando en los evangelios escuchamos sus palabras, contemplamos sus gestos y nos dejamos alcanzar por su persona, Dios nos abre su corazón. Por eso, San Pablo le dice a los cristianos de Filipos: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Flp 2,5).

En esta Navidad, te invito a decir con los pastores: “Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado” (Lc 2,15). ¿Cómo hacerlo? Tenemos muchos caminos: ante todo, está el Evangelio. ¿Qué tal si en la Nochebuena no le proponés a los tuyos escuchar el relato del nacimiento de Jesús (cf. Lc 2,1-20)? Participar en familia en la Misa de Nochebuena o la de Navidad es también una hermosa experiencia de fe. Me consta el esmero de nuestras comunidades en preparar esas liturgias. Otra forma de ir al pesebre es sentar a nuestra mesa a alguien que está solo. La Navidad brilla mejor entre los pobres, porque nos permite sentir de la delicadeza con que Dios nos trata: su Hijo nació pobre entre los pobres. ¡Y cómo necesitamos aprender a tratarnos mejor, a ser más benignos y mansos de corazón!
Jesús nació para nosotros. Para vos. ¡No lo dudés ni un instante! Jesús nace pobre y desvalido en Belén para mostrarnos cómo quiere tratarnos nuestro Dios. En la raíz de nuestra vida está el amor gratuito del Padre. Acercate entonces al pesebre y, como los pastores, participá de la alegría de José, de María, de los pastores y de Francisco de Asís.

Y si de sensibilidad se trata, ¿cómo no acudir a María en este Año Mariano Diocesano que hemos iniciado? Dejémonos alcanzar por la mirada de la Virgencita. Que ella nos enseñe a mirar al Niño, a la vida, a los pobres y a cantar la gloria de Dios. ¡Muy feliz Navidad para todos!